Objetivo: Desterrar las rutinas inseguras

Segurmanía
Objetivo: Desterrar las rutinas inseguras

Adquirir rutinas en el trabajo puede ser muy positivo, pero cuando esas costumbres ponen en peligro a las personas que las llevan a cabo o a sus compañeros, la cosa cambia.

No es una referencia al acto de ir a la máquina de café todos los días a las 11 de mañana, sino más bien al que se esconde tras la frase “siempre lo he hecho así y nunca ha pasado nada”. Las rutinas inseguras esas pequeñas decisiones, muchas veces inconscientes, que pueden llevar a no revisar la escalera del andamio el día que un peldaño se desprende con alguien encima, o a no dar marcha atrás si la suela de la bota aislante presenta anomalías, justo antes de pisar una zona húmeda sobre la que cae un cable con tensión.

Quizá sean casos algo extremos, pero son ejemplos que pueden ocurrir y que acaban en accidente laboral. Son rutinas inseguras y es importante detectarlas y desterrarlas. Para evitarlas es fundamental la formación, aunque algunos expertos reconocen que a pesar de recibir una buena formación se debe sensibilizar de manera constante.

Observaciones planeadas (PREVENTIVAS)

Para atajar las rutinas inseguras es imprescindible motivar al equipo en el cambio de costumbres, pero también llevar a cabo una vigilancia del desempeño diario del equipo. Se recomienda utilizar la observación preventiva, como complemento a la inspección de seguridad. Para una efectividad mayor es imprescindible que forme parte del sistema de gestión laboral por lo que, las que se realicen, deben ser debidamente programadas, organizadas y evaluadas. Es una técnica sistemática, muy desarrollada y fácilmente aplicable.

Una vez detectadas las rutinas se hace necesario averiguar si se adoptan de manera inconsciente o consciente. Si se trata del primer caso significa que el trabajador no percibe el peligro de igual forma que la empresa. Es básico que se incida en la formación para demostrarle que hacer las cosas “a su manera” puede conllevar consecuencias graves o fatales. Y que hacerlas de modo correcto supone el mismo esfuerzo que hacerlas de modo peligroso.

Si por el contrario la persona sabe que su forma de trabajar supone un riesgo y aún así no pone en marcha las medidas de prevención que la empresa pone a su alcance, el problema puede localizarse en el sistema de relaciones sociales de la empresa y en los aspectos afectivos de las actitudes. Cabe la posibilidad de que quien lo comente crea que es un acto justificado (tiempos muy ajustados, trabajo por objetivos, prisas…). Se impone la necesidad de un diálogo directo.

En cualquier caso, se hace imprescindible capacitar y dar a conocer cómo prevenir accidentes con la identificación de riesgos pertinente en cada situación laboral. También es primordial involucrar en la participación y creación de conciencia de auto cuidado a toda la plantilla, sin diferenciar jerarquías.

Debe hacerse cuantas veces sea necesario, de manera sistemática y sin escatimar esfuerzos. No hay que olvidar que los actos y rutinas inseguras ocasionan nada menos que el 96% de los accidentes laborales en el mundo. Está claro que es hora de cambiar de costumbres.

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