Si estás vivo, puedes aprender.

Vidas seguras
Si estás vivo, puedes aprender.

Dice el refranero popular que “no se pueden enseñar cosas al perro viejo’ y que ‘la vara dobla de joven, pero de vieja se rompe”.

A veces, los refranes se equivocan y quedan reducidos a meros tópicos o a simples excusas para no esforzarse un poquito. La realidad es que con solo un poco de esfuerzo, un humano medio no hace más que aprender de todo a cada minuto de su vida.

Es verdad, sin embargo, que el aprendizaje en adultos, y por ende la formación, es distinto al de personas de menos edad y que tiene sus especificidades. También en el ámbito de la Prevención de Riesgos Laborales.

Las particularidades de la adquisición de nuevos conocimientos en adultos pasan por el hecho de que todos cuentan con creencias establecidas, valores y opiniones claras. En su mayoría, las personas con más experiencia vital buscan aprender cosas orientadas a lograr unos objetivos concretos. Es decir, que si lo que se les enseña se sale de ese ‘capítulo’, pierden interés. O lo que es lo mismo, los adultos prefieren información práctica.

Si bien es verdad que aprenden de sus errores, tras abandonar la infancia y la adolescencia las personas son muy sensibles al fracaso y a lo que pueda opinar el grupo sobre ellos y su labor. Quizá por eso, interiorizan mejor cuando tienen éxito y pueden ver de manera plausible los progresos en su estudio.

No se trata tanto de una resistencia a adquirir nuevos conocimientos, sino de un cúmulo de circunstancias que van desde la desconfianza ante los cambios (casi casi inherente al ser humano por aquello de la autoconservación), el miedo al ridículo y a reconocer que no se sabe algo, o la falta de motivación. Por eso es importante que las personas encargadas de impartirles enseñanza sepan conectar con sus necesidades, sus inquietudes y confirmen de antemano lo que saben los alumnos y en qué entorno lo van a aplicar.  Así las cosas, los adultos que desean aprender lo hacen enormemente.

Los cambios asustan, sí, pero también suponen un acicate y la necesidad de buscar sumar sabidurías. El hecho de romper con la rutina va unido a que aparezca el deseo de adquirir destrezas y sin son prácticas para su vida laboral y personal, ¡mejor!

Como niños

Los adultos también necesitan de un equilibrio entre lo conocido y lo desconocido, experiencias de aprendizaje activas y pasivas, así como de actividades serias y divertidas. Ello les permite involucrarse y mantener la atención. Porque no hay que perder de vista que cualquier grupo de personas, por muchos años que sumen, pueden acabar comportándose como chiquillos si se aburren.  En este sentido, muchos estudios confirman que si la formación se les da sentados y ésta se alarga demasiado en el tiempo, acabarán aplastados en sus asientos, doloridos y jurando no volver a apuntarse a ningún tipo de curso. Vamos, como cualquier menor en las clases del cole.

Las claves del aprendizaje de una persona crecidita son, por tanto, algo distintas a las de las de la infancia, pero también tienen cosas en común. Ambas franjas de edad se empapan mejor de conocimientos si se sienten a gusto, reciben la aprobación y comprueban que lo aprendido da sus frutos. Y qué mejor recompensa que evitar peligros y accidentes en el trabajo.

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