Cómo una autoevaluación de nuestro aprendizaje nos ayuda a adoptar rutinas seguras

Vidas seguras
Cómo una autoevaluación de nuestro aprendizaje nos ayuda a adoptar rutinas seguras

La experiencia y las vivencias nos hacen ser más cautos y nos ayudan a tomar rutinas seguras. El paso de los años y, sobre todo, la experiencia vivida, hace que prestemos más atención y seamos más precavidos con cosas que antes pasábamos por alto o simplemente ni veíamos.

La experiencia y las vivencias nos hacen ser más cautos y nos ayudan a tomar rutinas seguras. El paso de los años y, sobre todo, la experiencia vivida, hace que prestemos más atención y seamos más precavidos con cosas que antes pasábamos por alto o simplemente ni veíamos. A veces, situaciones como ser aita o ama, por ejemplo, nos alerta de la consciencia del peligro (¡lo vemos de lejos!), pero a la vez nos enseña a ser más cautos y seguros.

Por ejemplo, cuando hay pequeños en casa y empiezan a andar, tienden a ser más arriesgados y aventureros por su necesidad de conocer y explorar el mundo y todo lo que les rodea como los olores, objetos, formas, sabores, texturas…Aquí es donde empiezan las caídas -con sus “chichones”-, los resbalones, etc…y es precisamente el momento justo en el que los padres debemos explicarles los peligros –con sus consecuencias, por supuesto-: ”Si sales corriendo rápido, te puedes caer”, “si metes el dedo en el enchufe te puedes electrocutar”, “ si te metes esa pieza pequeña a la boca te puedes atragantar”, “si te subes en la silla te puedes caer”, y como estos ejemplos muchísimos más.

Después llega el momento en el que los padres deben actuar: explicarles los peligros -para que sean ellos mismos los que aprendan a evitarlos-, ser su soporte, minimizar los riesgos, proporcionarle confianza en sí mismo dejando que explore y evitar accidentes. Todo ello con una buena dosis de seguridad.

Tándem perfecto: seguridad y confianza en uno mismo

Esta seguridad de la que hablamos está estrechamente relacionada a la confianza y seguridad en uno mismo. Ser personas seguras puede abrir puertas, desde conseguir un trabajo hasta emprender un proyecto sin miedo al fracaso. Incluso en los momentos difíciles, la seguridad nos ayudará a levantarnos. De eso se trata y en eso consiste la vida en emprender, fallar, levantarse y ganar. ¿No crees?

Casi sin querer, la experiencia, la necesidad de protección y todo lo aprendido en muchos ámbitos (el de ser padres es sólo uno de ellos) nos ha ayudado a ser más seguros y a adoptar rutinas seguras en nuestro día a día. ¿Quién no ha vuelto a casa a cerciorarse que ha cerrado la puerta, apagado el fuego o desenchufado la plancha? Y es que toda precaución es poca, pero no sólo en el ámbito doméstico, sino también en la calle. Si te fijas, a lo largo de estos años has adoptado muchas rutinas seguras, y si te pusieras nota sobre su evolución, éstas deberían ir más allá del aprobado. Es lo que tiene madurar y progresar. Pues eso mismo, ocurre en tu jornada laboral, hay que progresar en estos cuidados, no volver a una “adolescencia rebelde” y no dar nada por sentado.

Rutinas seguras naturales

El hecho de que los padres/madres estemos siempre alerta, hace que tengamos interiorizadas rutinas seguras como, por ejemplo, pasar siempre cuando el semáforo está verde, tener especial cuidado al bajar las escaleras -¡nada de dos en dos!-, pisar correctamente por la acera, -evitando baldosas en mal estado-, pisar con cuidado y utilizar un calzado adecuado en días lluviosos para evitar caídas. En definitiva, de esto se trata, de que las rutinas seguras fluyan de forma natural, sin ser forzadas. Y sobre todo, ver reforzados esos progresos.

 

 

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